Jaime I el Conquistador

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Albufera de Valéncia

Novela Histórica

Ferran Cremades

Jaime I

LOS SUEÑOS CUMPLIDOS DEL REY QUE LUCHÓ POR CONQUISTAR UNA IDENTIDAD NACIONAL

Siglo XIII. La Valencia de los espléndidos jardines de plantas aromáticas y palacios de puertas doradas padecía las horas más inciertas de su historia: intrigas políticas, crímenes y traiciones se sucedían por doquier. La anarquía se había adueñado de cada rincón.

Sobre este trasfondo emergerá la mítica figura de Jaime I el Conquistador, que había emprendido la recuperación de los territorios de Al Ándalus y tenía como máxima prioridad vencer a los infieles en Valencia. El autor relata la apasionante crónica del asedio y caída de la capital mediterránea musulmana en manos del rey cristiano.

Una prosa tan excelente como sencilla nos traslada al reino rico y poderoso de Valencia, donde reina el emir Zayyan Ben Mardánish, que en su afán por conseguir la gloria, y cegado por el lujo y la ambición, busca mantener a toda costa el control definitivo de la ciudad más próspera y refinada del Mediterráneo. Abandonada por todo el Islam, Valencia se aleja de su sueño primigenio.
Un inmenso ejército comandado por el Rey Jaime I de Aragón y formado por cruzados llegados de todos los rincones de Europa, siguiendo las órdenes del Papa Gregorio IX, aprieta el cuello de la ciudad que los musulmanes consideran la Perla de Al Ándalus. La Valencia de los espléndidos jardines, los palacios de puertas doradas y del puente de Piedra con sus siete arcos, sufre las horas más inciertas de su historia.

Con una rigurosa ambientación histórica el autor nos muestra un relato detallado de lo que fue la cultura árabe y nos acerca a la figura de Jaime I, un monarca inteligente, cruel, ambicioso y resuelto, llamado en aquellos tiempos el Afortunado. Un rey que no concibe la fe sin obras y que ha sido elegido por Dios para cumplir el sueño de su linaje, la Conquista de Valencia.

Ferran Cremades nos relata la apasionante historia nunca contada del asedio y caída de la capital mediterránea en manos del rey cristiano. Todo un mundo de intrigas políticas, delaciones y traiciones, que nos muestra la vulnerabilidad de la gloria, el amor y la fortuna, y que hace de la novela una historia amena y muy visual, como si el lector siguiese las escenas de una película.

Entrevistas

EL DIARIO VASCO. Álvaro Bermejo. 19.10.2007.  1.11.2006 Jaime I se movía en una época marcada por la guerra de civilizacionesHe escrito la película que me gustaría ver como espectador. La novela es un cóctel de memoria histórica, la de los vencedores y la de los vencidos, de literatura árabe y europea, de leyendas y de mucha imaginación. La ficción puede iluminar algunos agujeros negros de nuestra historia.Mi perspectiva no es la de quien exalta al Ándalus ni por supuesto la de quien reivindica el hecho de la Reconquista. Como narrador he asumido la visión de la mudanza de los tiempos, que ya tuvieron algunos poetas andalusíes…A veces percibo en algunos políticos cierta nobleza medieval que ansía territorios de poder y el botín de los presupuestos. EL MIRADOR. Carlos Ferrer. Nº 119 Del 18 al 14 de diciembre de 2006. −En su tiempo le llamaban Jacobus Fortunatus. Para mí fue un conquistador nato. Ten en cuenta que su vida fue una guerra sin fin. Primero se enfrentó a la orfandad, luego a la codicia de los nobles que lo rodeaban y que pensaban más en sus intereses que en la conquista de nuevos reinos. Unos reinos a los que Jaime I quiso dotar de una justicia común por encima de lenguas, etnias y religiones
HERALDO DE ARAGÓN. Antón Castro. 14. 11. 2006 −Me ha interesado sacarlo de la tumba  y convertirlo en un personaje de ficción que esté vivo. Intento hacerlo mediante escenas que están repletas de sentimientos y emociones. La misión de la novela histórica es coger el dato frío y objetivo, y transformarlo en emoción.

Criticas

OBJETIVO: VALENCIA. Ferran Cremades presenta los hechos con detallismo y naturalidad. Ha adoptado la perspectiva árabe, es decir, narra los hechos desde dentro de la ciudad, con los convenientes contrapuntos para ofrecer una imagen más completa de los hechos. (Revista Historia de Iberia Vieja, nº 17, pág. 108. 2006)

RECREACIÓN NOVELADA de la conquista de Valencia por Jaime I. La obra ofrece un gran mosaico de lo que fue la cultura árabe en nuestro país a cargo de un reputado escritor valenciano. (CLIO. Revista de historia, nº 64, pàg. 102. 2006)

LA HISTORIA BIEN CONTADA.  Ferran Cremades nos da en esta novela un denso y al tiempo fluido relato histórico, donde lo subjetivo, lo carnal, la piel del hombre en su lucha por la vida, está magníficamente elaborada con el trazo de los personajes, la recreación de los hechos y un lenguaje literario que nos hace sentir las emociones universales trasladadas a la Valencia del siglo XIII.  (Josep Lluís Seguí. El Periódico Ciudad de Alcoy. Domingo, 31 de diciembre y lunes, 1 de enero de 2007. Pág. 22)

JAIME I EL CONQUISTADOR es una obra rigurosa y documentada.(Guía del Ocio. Barcelona, 20-10-2006)

MAGNÍFICA. La recreación de la Valencia previa a la conquista está llena de poesía, el olor a azahar y a sangre excita los sentidos; sobrecogedor el conflicto electrizante, mientras el suspense va formándose entre voces de tragedia griega. Los innumerables y versátiles recursos del autor hacen excelente la construcción de los personajes: Como Graves nos dejó unos insustituibles Calígula, Livia o Mesalina, no podremos ver al emir Zayyán, al rey Jaime o la reina Violante que no sea con la aguda mirada de Cremades. Inolvidable.”(Gregori. Comentario de un lector. Casadellibro.com)

 “MAESTRO DE LA NOVELA HISTÓRICA… Ferran Cremades ha escrito una ficción donde la capital del Turia brilla con toda su fuerza y belleza. Pocas veces ha quedado la urbe histórica tan bien reflejada y descrita. La obra, con los jardines y las puertas doradas, el Puente de Piedra y el sonido envolvente del agua, aborda los conflictos políticos y militares a lo largo del siglo XIII, una época marcada por la derrota musulmana en la batalla de las Navas de Tolosa. Fernando de Castilla y Jaime el Conquistador, la magnífica cultura árabe en Valencia y un asedio que parecía no tener fin anudan la trama”. (Cuentos y novelas de Valencia Ed. FNAC, 2007, página 314).

 

Lectura

Encuentro de Jaime I y Violante de Hungría.


 Pasada la hora de los saludos y parabienes, acompañados aún por las aclamaciones de los nobles y de las tropas, los reyes, con gran parsimonia, se adentraron en el campamento y de inmediato se dirigieron hacia la tienda real. La reina Violante se detenía a veces mirando hacia uno y otro lado cobrando el aliento. Durante buena parte del recorrido ambos caminaron bajo una lluvia de pétalos de rosas.

Los escuderos trasladaron las monturas a las caballerizas que había no muy lejos de allí y las doncellas, tras guardar todo el equipaje en una tienda muy lujosa que el rey Jaime había alzado para la reina como un palacio, se pusieron a decorarla con tapices que representaban escenas de caza y paisajes de los valles del Danubio.

Pronto la reina se liberó de las vestiduras y se puso a lavarse en grandes toneles de madera para quitarse la suciedad del polvo y el calor sofocante que hacía. Cuando entró en la tienda, la oscuridad ya había cubierto el cielo y por doquier se veían antorchas encendidas. Los preparativos y los esfuerzos que se hacían para la guerra no dejaban lugar a demasiadas alegrías, pero el rey Jaime le tenía reservada una acogida calurosa en el interior de la tienda.

Había una mesa puesta con buenas viandas, quesos, higos muy dulces de la Ruzafa y buen vino que alegraba las almas. Y enfrente, un tablado de carretas que iban hechas un vergel, con telas de seda y brocados.

Provistos de instrumentos musicales para deleitar a la concurrencia, unos juglares cantaban las gestas de los príncipes y otras cosas útiles para recrear a las almas y escapar del fuego del infierno. Luego apareció un coro de niños corriendo con sus cascabeles de un lado a otro dando golpes en las adargas como que estaban jugando a cañas.

Y de este modo despertaron a Cagapoquino del sueño profundo en el que estaba sumido. Aquel ser deforme no levantaba un metro del suelo. Iba disfrazado de moza, con una camisa hecha de paños de diferentes colores, dejando ver sus piernas retorcidas y cubiertas de pelambre como las de un mono.

−Beso las manos y los pies de nuestra reina y de nuestro rey.

Con gran cortesía dio la bienvenida a la reina y así empezó la farsa de Cagapoquino. Sus ojos redondos y saltones brillaban como dos brasas ardientes. Su rostro adquiría una expresión enigmática que asombraba a toda la concurrencia.

−Yo soy el libre albedrío. No tengo superior, sólo Dios mi creador tiene sobre mí poderío. Cuando me paro a pensar –simulaba llevar en sus manos un trozo de metal a manera de espejo-, me veo tan poderoso, tan libre y hermoso que nadie puede amarme –el jorobado se mostraba satisfecho de haber acaparado la atención de la reina sobre su persona. La soldadesca invitada empezó a apiñarse alrededor de la carreta y lo tachaba de calumniador y maldiciente-. ¿Os reís de verme así? –llevaba la cara empolvada, les rayas de las cejas dibujadas con carbón y los labios pintados de rojo−. Ya dirá algún adivino que vengo del lupanar. ¡Oh, cuánta gente maligna! Quien mal hace, mal piensa. Quien mal oye, mal responde –les hablaba en un perfecto romance. Su mirada era huidiza, como la del búho antes de levantar el vuelo−. Anoche una pelandusca me adiestró en los apetitos del hombre. Anduve por mil despeñaderos, tan bien recreado como quien pellizca un manjar celestial –había gente que se le acercaba para tocarle la joroba porque, según decían, era portadora de buena suerte.

El cielo de la noche engulló pronto las sonrisas y las carcajadas, y cada mochuelo se fue a su olivo.

−Mi rey y mi señor. Sabes que siempre he sido fiel y obediente a tu mandato. He acudido presurosa a tu lado dejando todos los lujos de la corte y venciendo, incluso, temores sin nombre –lejanas ya las primeras dulzuras de la luna de miel, la reina Violante se veía inmersa en los hechos que marcaban la vida azarosa de su esposo−. Mi deber es estar al frente del reino. En tiempos de paz y en tiempos de guerra −a pesar de su apariencia frágil se mostraba animosa−. Como mujer leal que soy, quiero compartir contigo venturas y aflicciones. Con mi presencia trato de darte el consuelo que compensa el gran sacrificio que te has impuesto al desplazarte en plena frontera con el fin de tomar Valencia.

Si el rey Jaime la amaba en extremo, ella tomaba ocasión para mostrarle su amor y disposición. Ambos esposos eran un ejemplo de conformidad y concordia para todos los nobles y caballeros.

−¿Qué crees que debo hacer? −le preguntó después de darle cuenta de las negociaciones fallidas que había tenido con el señor de Valencia.

−¿Qué consejo quieres que te dé? Si has venido hasta aquí y has luchado durante tanto tiempo por tu sueño de tomar Valencia, ¿por qué has de retirarte sólo con las migajas?

Aparte de gozar de una inteligencia muy fina por la instrucción recibida, la reina poseía un don especial que le hacía conocer de antemano lo que iba a ocurrir. Su mirada limpia avivaba la llama de la fe y de la esperanza.

−El poder es ingrato. Cuanto más alto estoy, más solo me siento −durante algún tiempo el rey Jaime estuvo hablando acerca de la hostilidad y falta de disciplina que reinaba entre los nobles y caballeros que le rodeaban. Los ajetreos del gobierno le amargaban la comida y le quitaban el sueño−. Te doy mi palabra de que nada aceptaré sin antes haberlo hablado contigo.

−Por mi padre sé que un rey está siempre solo ante la guerra aunque esté rodeado por sus mejores consejeros y caballeros −miraba como quien ve más allá de las cosas−. No has de prestar oídos a los nobles. Cada vez que les has dejado obrar siguen sus antojos, pensando sólo en sus privilegios y su provecho personal. Dirige tu mirada hacia la gente que te sigue ciegamente. Quizá no es tan instruida ni tan rica, pero esconde en su corazón la verdadera fuerza para los tiempos de guerra que vivimos. Las batallas las ganan los soldados sin nombre que se enfrentan al enemigo sin miedo a la muerte. Pero acuérdate, también, de que si Dios ha puesto a tu lado a toda esta gente desamparada, no es sólo para que te sirvan hasta la muerte, sino para que cuides de ellos. Si los proteges con promesas, ellos te protegerán con la vida.

El rey se quedó pensativo. Repetidas veces la intuición de la reina había sido certera como para no tener en cuenta sus advertencias. Pronto se retiraron a sus aposentos privados. En la intimidad de las sombras que aleteaban en el techo huyendo de las llamas de las lámparas, los brazos fuertes del guerrero abrazaron a la muchacha de cabellos de oro venida de tierras lejanas. Ella se sintió tan segura como cuando, de niña, estaba en los brazos de su padre.

−Todas las noches, desde este llano, mi pensamiento volaba hacia mi ausente y amada esposa. Tu presencia me da ánimos para emprender grandes hechos. Sin ti el llano fértil es un desierto y la miel que endulza el vino sabe a acíbar –el corazón del rey Jaime rebosaba de alegría al verla de nuevo a su lado.

−Todo el tiempo que he estado en El Puig de Santa María no he pensado en otra cosa que no fuera estar contigo −en su mirada azul, la reina mostraba una sonrisa abierta, una voluntad decidida de no dejarle ni a sol ni a sombra, no por sospechas, sino por pasión.

Le amaba no tanto por la reputación de su linaje ni por la gloria que había alcanzado con sus gestas y conquistas, le amaba, sobre todo, porque la había preferido a otras pretendientes mucho más ricas en bienes y posesiones. Era un hombre que buscaba, ante todo,  la grandeza y dignidad real. Tenían muchas cosas en común. Ambos habían sido huérfanos de madre a los catorce años. Ambos habían perdido también el padre, él siendo muy pequeño y ella justo cuando se dirigía a Barcelona para conocer al hombre que Dios le había designado como esposo.                      

 

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